viernes, 6 de enero de 2012

VOLVER A EMPEZAR


Si uno se preguntara por el legado que dejaron las guerras mundiales, lo más seguro es que no se tuviera mucho o nada que decir. La guerra siempre es un desastre evitable que siembra muerte y destrucción. Es el resultado de la estupidez humana que no sabe superar diferencias en el diálogo y considera como solución la eliminación de quien es distinto.

Pero si pensáramos en un legado, el legado sería el de la humanidad que sabe reconstruirse a partir de las propias cenizas. De cómo la vida es más pujante que la muerte y al final se impone. De cómo las heridas más profundas, de aquellos seres queridos muertos o mutilados, no frena la esperanza que permite que aparezca de nuevo la ilusión y el amor.

Si uno se preguntara por el sentido de las “comisiones de la verdad” en países donde ha habido genocidios, represiones, ajusticiamientos masivos por razones ideológicas, políticas o raciales, en los que se han pisado los más elementales derechos humanos, el sentido no sería el de rebobinar la película para que los hechos fuesen otros. Simplemente no se puede volver a empezar desde la ignorancia o la mentira, siempre desde la verdad. La impunidad no puede servir de fundamento para la reconciliación.

Si uno se preguntara por la razón de las “reconciliaciones nacionales” en países como Sudáfrica, donde se parte de la verdad lacerante, se entendería que toda auténtica reconciliación supone, pero supera, la verdad dolorosa. Que hay algo más después de todo, y que quedarse en el dolor retarda culpablemente la llegada de lo auténticamente novedoso.

Estas alusiones nacionales o internacionales no pretenden de este artículo hacerlo un ensayo de politología, mesas de diálogo o de internacionalismo. Pretende servir de entrada para lo que debe significar volver a empezar en cada uno de nosotros.

La experiencia terrible de las guerras nos permite ver con otros ojos la experiencia terrible de las tragedias internas, aquellas que se han fraguado en nuestra existencia, o simplemente de los errores acumulados por años que de un momento a otro estallan salpicando toda nuestra vida. Por difícil que sea siempre hay un mañana que, de paso, puede ser diferente. Un mañana que está por escribirse siempre y cuando no deleguemos en los demás la tarea de definir el guión.

La experiencia de las llamadas “comisiones de la verdad” nos permite entender, ya a título personal, que ese mañana avendrá solo si entendemos, de la manera más objetiva posible y viéndolo desde múltiples puntos de vista, la verdad sobre la que estamos parados. 

La verdad que nos ha traído hasta aquí y la verdad que queremos superar. Una verdad donde no siempre hay un grupo bien diferenciados entre culpables e inocentes, sino que hay personas con responsabilidades distintas, de mayor o menor envergadura, pero de las cuales ninguno puede eximirse. Donde unos ciertamente han sido causante de daños a otros o a sí mismos, daños que deben resarcirse por el mínimo sentido de responsabilidad.

Y, finalmente, la reconciliación. No siempre la reconciliación ingenua de quien reinicia todo como si nada hubiese pasado. Y no siempre la reconciliación utópica con los demás. Pero siempre la reconciliación con uno mismo. Ese reencuentro de energías divididas entre lo que puede ser y lo que fue; entre capacidades y potencialidades; entre el vivir constantemente de forma adolorida y anclada en el pasado, que ya está escrito, y el futuro que está por escribirse.

En este mes del primer aniversario de este blog, me reencuentro conmigo misma. Y me reencuentro en esa dinámica de caídas y levantadas; me reencuentro con limitaciones propias de mi condición física, de las virtudes que tengo y de aquellas situaciones que continúo aprendiendo a manejar. Evaluando las situaciones en las que no alcancé las metas que me propuse y aquellas en las que sí las culminé.

Es decir, veo la miseria que hay en mí. No la evado, no la escondo, no me desentiendo ante ella. Pero a su vez veo lo que puedo ser si la asumo, si asumo los recursos que hay en mí, la fuerza de la vida y la esperanza.

Y esto lo hago con plena responsabilidad: soy consciente del impacto y el bien que pueden recibir tantas personas a través de mi y del blog. Me doy cuenta de la responsabilidad inmensa que tengo ante aquellos que cifran sus esperanzas en la ONG Derrotando la depresión

Entiendo y asumo que al escoger mi carrera no era sólo una carrera; sino una opción de vida. Vivir siempre trabajando por el bien de los otros. Estoy consciente de mi humanidad, de que muchas veces me he equivocado y me seguiré equivocando, pero también apelo y seguiré apelando a los deseos profundos que habitan en mi corazón: Amar, servir, conciliar, luchar, construir…

Sólo soy un simple ser humano que asume responsablemente su vida. No soy un ser extraordinario como muchos piensan. Libro casi a diario con mis batallas internas, no bajo la guardia, estoy siempre atenta, vigilante, ante todo aquello que pueda disminuirme como persona pero también con mi mente y corazón abiertos para recibir todo aquello que me alimente y me permita ser mejor.

Éste ha sido un año de muchos cambios, de trabajo intenso y de mucho desgaste físico. Me doy cuenta que mi enfermedad muscular va haciendo mella en mi cuerpo. Sin embargo esto no es impedimento para mi, para seguir siendo fiel a mis principios, a lo que soy y a lo que deseo ser.

Muchos se preguntan cuánto podrá resistir mi cuerpo, cuánto más tiempo de vida me queda. Yo sólo me sonrío y pienso: No tengo miedo de morir; sólo miedo de no saber vivir.

Como verán, soy muy simple, pero honesta y clara conmigo misma. La vida es un regalo y cada día que se nos presenta es una oportunidad para volver a comenzar. 

No dejes pasar tu oportunidad, asume tu vida y decide comenzar de nuevo. 

La vida es una aventura.


1 comentario:

  1. HERMOSO COMO TODOS LOS QUE HE LEIDO, SOLO QUIERO QUE SEPA QUE AUNQUE NO ESCRIBA SIEMPRE ESTOY ALLI PENDIENTE Y VIENDO LA CALIDAD DE SER HUMANO QUE ES CADA VEZ SON MEJORES UN ABRAZO.

    ResponderEliminar