viernes, 30 de diciembre de 2011

PASO A PASO



Llega el fin de año con las recapitulaciones habituales. El recuento de lo que hicimos y dejamos hacer. Las personas que están con nosotros y las que, por cualquier motivo, quedaron atrás. Hacemos un momento de introspección, es decir, de mirada interior lúcida para encontrarnos con nuestras fallas y errores. Y esto hay gente que lo hace aderezándolo con alcohol, lo que incrementa la culpabilidad y hasta la depresión.

El nuevo año nos impulsa a hacernos propósitos. Pueden haber propósitos de muchos tipos: algunos se establecen metas económicas, mientras que otros persiguen mejorar su relación conyugal. Están los que juran por el cielo que este año sí van a dejar de fumar, y otros que no van a gastar tanto en cosas inútiles. Los hay huraños, gruñones, los que maldicen o tienen un lenguaje vulgar. El que se propone leer más o ver menos televisión. Salir más con los hijos. O hacer una dieta, ir al médico, oculista u odontólogo. Ser menos tontas con los hombres o ser más estable con las mujeres.

Algunos los escriben. Otros los declaran públicamente. Puede que otros se los reserven en su corazón. O los envuelvan en alguna oración, de acuerdo a las creencias de cada quien, para cumplir con los propósitos.
El “año nuevo, vida nueva” es oportunidad para volver a comenzar, que diría una canción tradicional de un compositor venezolano, “con salud y con prosperidad”. Pero las estadísticas dirían que la mayoría de los propósitos no se cumplen o se estrellan estrepitosamente contra la realidad. Algo debe pasar.

“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, decía Albert Einstein. Podemos descorazonarnos porque repetimos los mismos resultados haciendo los mismos intentos. Y concluir que la vida es una noria que no nos lleva a ningún lado. Si así fuera, obvio ¿para qué seguir intentándolo?

Pero también podemos pensar que se ha fallado en cuanto al método, a la manera de intentarlo. O que se ha sido muy ingenuo o superficial.

Hay ocasiones en que la gente hace propósitos parecidos a la demolición de un edificio: casi como que el cambio debería incluir hasta la genética. Ciertamente que lo primero que las personas deben hacer es aterrizar y seleccionar los puntos conflictivos. De todo lo que les abruma, qué es lo que parece más realista cambiar y que, además, forma una especie de nudo que, en caso de desatarse,  permitiría más adelante progresar en otros aspectos.

Un bebedor compulsivo no puede plantearse tener un mejor diálogo con su familia si antes no controla su manera de beber o deja de tomar.

Así que lo primero es una evaluación exhaustiva y conciencizuda de la situación y la posterior identificación de esos puntos nucleares o nudos que deseamos cambiar o mejorar. No conviene hacerlo a la ligera, sino sopesando lo que ello implica, su importancia, el daño que nos ha causado o el que hemos causado a los demás, la manera como nos condiciona.

No se puede verlos de manera superficial, solo porque la experiencia sea desagradable. Hasta deberíamos preguntarnos por el origen, la causa o las razones por las que actúo como actúo. Rehuir a lo desagradable es muchas veces perseverar atontados en el error. Por evadir sentir, terminamos jurando que todo está bien.

Luego hay que establecer una estrategia, una forma inteligente a través de la cual podamos avanzar. Es el camino que pensamos seguir. Y hay que seguirlo con disciplina y perseverancia. Una de las formas usuales de fracasar consiste en fantasear creyendo que errores de veinte años se van a superar en 24 horas de buenas intenciones.

Un alcohólico, por ejemplo, puede proponerse no beber más; si tiene la ayuda necesaria (por ejemplo, Alcohólicos Anónimos) podrá detener el trago. Pero hay otro proceso que implica reeducación: tiene que aprender a manejar sus emociones y estrés sin recurrir a la bebida, aunque le provoque beber; también tiene que aprender a socializar y a tener amigos cuyo motivo de reunión sea distinto a tomar.

Una mujer puede que coma de manera poco sana: exceso de carbohidratos (pan, pasteles, empanadas, etc.). Pero también puede descubrir que se trata de una manera equivocada de enfrentar la soledad o su baja autoestima. No es, por consiguiente, simplemente un problema dietético, que también lo es; trabajar en ambos aspectos, la soledad y la autoestima, mejoran la capacidad de compromiso con el cambio de estilo en la alimentación y el ejercicio.

Identificando el camino debe plantearse que su recorrido no va a ser fácil. En cualquier proceso existe siempre la tentación de volver atrás. O de transformar una recaída ocasional en una caída definitiva. Me propongo, por ejemplo, no discutir airadamente y de forma hiriente con mi esposo, sino en otros términos; puede que en alguna ocasión falle a mi propósito, y le grite, por ejemplo. Pero no por ello debería desistir. Un perdón sincero y conversado debería ayudar a retomar el camino propuesto.

El esfuerzo y sacrificio deben ser tomados en cuenta desde el principio: me gusta llamarlo hábito y disciplina, que nos ayuden a perseverar. La persona que se encuentra parada en el punto de partida debe internamente evaluar su compromiso, recursos, el esfuerzo que debe emprender y la capacidad de sacrificio.

También conviene que sepa de antemano quiénes pueden ser sus aliados para, en caso de flaquear, poder conseguir el apoyo necesario. Igualmente podría hacerlo en relación con quienes puedan amenazar el proyecto de cambio, para evitarlos.

Una vez que tenga las condiciones básicas para lanzarse a la hermosa aventura del cambio, puede iniciar el camino. Pero el camino es paso a paso.

Cada elemento que se ha descrito requiere tiempo para que madure en nuestro interior. Podemos tener el propósito de cambiar en este u otro aspecto, pero el proceso interior para enfrentar con determinación el cambio, en sentido práctico, puede tardar meses. Lo importante es la determinación interna, la perseverancia de no desistir hasta conseguir los frutos de nuestro propósito.

Por eso, antes de terminar el año, no hagas propósitos que no pienses cumplir y mucho menos si van acompañados por la euforia del abrazo del año nuevo y el alcohol.

Detente y piensa si realmente quieres y deseas cambiar y guarda esos propósitos para el mes de enero, cuando haya pasado la borrasca del año nuevo.

Tómate el todo el mes de enero para mirarte, para descubrir recursos y para, finalmente, en todos tus cabales, poder hacer los propósitos que necesitas hacer.

Pero recuerda… todo se logra paso a paso.

1 comentario:

  1. Gracias por sus palabras de animo Dra. siempre las leo y me son muy util. espero que haya tenido una feliz navidad y que tenga feliz año 2012.
    saludos desde España...Dios la bendiga.
    saludos al P. Maldonado.

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