viernes, 7 de octubre de 2011

RENUNCIAS



Usualmente le damos una connotación negativa a la palabra renuncia, como si fuera castración. Y como reacción ante ello optamos por no renunciar. O sea, renunciamos a la renuncia.

Esta manera de ver la vida tiene mucho sentido en la adolescencia, porque es propio de la persona inmadura querer hacer todo sin perderse nada. Inclusive debemos añadir que el adolescente se siente probado por sus sueños: sueña lo que quiere ser y, porque está en proceso de formación su identidad, dejar de soñar lo interpreta como dejar de existir.

Más, por otro lado, el paso del tiempo conlleva renuncias impostergables. Quienes fueron compañeros de estudio en la edad escolar van a dejar de serlo. La formación inicial, tan larga que al muchacho y a la muchacha le parecen una eternidad, llega un día a su fin. Y ese debe decidirse, si no se ha decidido antes, qué hacer con la vida. Generalmente hay aspiraciones de futuro que implican el sacrificio de dejar de estar en contacto con los que hasta ahora han sido compañeros.

Pero estas renuncias iniciales no son otra cosa que preámbulo de las renuncias posteriores, bajo la posibilidad de permanecer en un estado de congelada inmadurez.

Ya en la vida adulta la persona se enfrenta con cantidad de sueños que ha estado arrastrando. Si no ocurre una sana crisis de realismo, podrá permanecer en el letargo del encantamiento, aunque la casa, el trabajo y la familia se conviertan en recuerdos y ruinas.

Una de las capacidades más importantes del ser humano ha sido el de la adaptación. Dicha adaptación implica, a diferencia de los animales, el uso racional de la inteligencia. Y la inteligencia es una luz, como la comparaban los antiguos, que ilumina lo que está en sombre y muestra lo que no se quiere ver.

Así, puede llegar un punto en que vea que los sueños que tuve fueron irrealizables, tan hermosos como castillos colgados de los aires, que no corresponden a nuestras capacidades, a nuestra edad o, también se da, a las actuales circunstancias sociales o mundiales. Negarse a abrir los ojos es permanecer en constante negación e intercambiar la realidad por la fantasía.

Obvio que el ser humano es alguien lanzado al futuro, al mañana. Pero un mañana que debe hacerse hoy, que tiene derecho a volverse presente. Y la renuncia es un proceso de liberación en el que me zafo del supuesto compromiso que tengo con un sueño de antaño, que no me permite madurar.

La renuncia no es ausencia de sueños, sino posibilidad de soñar con lo que puede ser real. Es capacidad inteligente de adaptación, de entenderme, de no quedarme en el pasado. De traducir un sueño en un proyecto realizable, con pasos que tienen fecha de inicio (hoy) y fecha de culminación.

Si no soy cantante, en vano pretendo subirme a los escenarios… pero quizás lo que sí puedo es ser yo misma, descubriendo actitudes y habilidades en mí, que me permitan alcanzar logros y triunfos, no solo en mi ámbito personal, sino también en el ámbito familiar, profesional, social…

Lo que no podemos hacer es creer que nuestros sueños y deseos son tan valiosos e importantes que no debemos renunciar a ellos, cuando en el fondo puede ser nuestro ego que nos esté jugando una mala pasada. Las renuncias deben de darse cuando al renunciar a aquello que nos ata nos produce no solo liberación sino paz interior.

Es por eso que es importante estar constantemente revisándonos, descubrir cuáles son las verdaderas prioridades en nuestras vidas y entonces disponernos, renunciar a todo aquello que no nos permite ser. Pero para esto necesitamos una gran dosis de honestidad y humildad.

Cuantas personas se encuentran aferradas a negocios improductivos, a viviendas que provocan pérdidas a pesar de las nostalgias familiares, a comportamientos dañinos porque creo que ser “hombre” (en el sentido machista) o ser mujer (como objeto de complacencia) es comportarse de una sola manera sin alternativas más sanas.

La renuncia se puede dar tanto por un sentido realista de la realidad, aunque suene repetitivo, cuando se cae en cuenta que no es realizable, no vale la pena, no va a conseguirse lo esperado o el esfuerzo que se invierta no va a ser recompensado.

Pero también renuncia el que considera que es más importante la realidad al ego, a la vanidad, al impresionar a los demás con cuestiones ficticias. Implica humildad y ser servidor de lo que es posible, no de lo que fantasiosamente llena la cabeza de hazañas y glorias que nunca se conseguirán.

Igual puede pasar en las relaciones interpersonales. Hay personas que no son capaces de distinguir una relación posible y conveniente de una dañina o imposible. Pasan el tiempo en intentos fallidos, incluso degradándose como personas.

Y esto puede darse en la búsqueda o relación de pareja, pero también con amigos. Una persona puede pretender ser amigo de alguien que lo humilla, veja, no lo valora… y no consigue desistir de pretender alcanzar una relación idealmente perfecta. O una persona que se acerca a alguien de manera interesada, sea por su dinero, fama, prestigio… nunca va a conseguir una relación auténtica porque desde el inicio está viciada.

En estos casos la renuncia es un acto de dignidad que nos hace crecer.

La renuncia implica quedarse sin ciertas seguridades, es cierto. Pero son seguridades ficticias que sirven para escondernos de los demás. Creer que somos otra cosa, sin reconocer que en nuestro interior hay capacidades para ser mejores personas o satisfacciones infinitamente superiores. Pero eso se da en la opción que incluye la renuncia. En decir yo soy esto y no aquello. Voy a hacer esto y no lo otro. Voy a utilizar mi tiempo y energía en esta situación y no en esta otra. En tener un plan de vida aterrizado y no rígido, que acepta modificaciones de vuelo, como los aviones que esquivan las tormentas.

Construir algo es una tarea que generalmente tarda años en consolidarse. Pero las renuncias son impostergables para aquel que ha optado por crecer en la vida.  Les tomará algo de tiempo, una vez identificado aquello que se debe renunciar, pero siempre el reloj siempre corre en cuenta regresiva.

 Renuncia a todo aquello que no te permita crecer.

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