viernes, 1 de abril de 2011

EL SILENCIO DEL CORAZÓN

Dentro de un mundo invadido por los ruidos, imágenes, sensaciones, experiencias sensoriales, referirse al silencio puede parecer sin sentido ¿Quién quiere estar en silencio? Si los sentidos están embriagados de estímulos que los entretienen ¿es el silencio una legítima preocupación en el mundo actual?
La evasión por el silencio hace que no importen matizaciones ni diferenciaciones. Simplemente debe exiliarse. No es un valor sino un estigma. Si quisiéramos hacer una asociación, rápidamente se igualaría el silencio con la mudez o la sordera. Como si alguien pudiese vanagloriarse porque sus ojos no pudiesen ser estimulados por la luz. Y el silencio se nos parece a la soledad… con el inconveniente que la soledad se la percibe como estar aislado. Estar fuera del alcance de los demás. O se le asocia con la ausencia. El silencio de la soledad se le da el estatuto que tiene la melancolía, la añoranza, el no estar… quizás el no importar si se está. Un silencio así aproxima a la nada: y la nada, más allá de las creencias religiosas, es la total incomunicación. Y es que confundimos la comunicación con la conversación trivial, la palabrería, la palabra hueca y evasiva, y el uso continuo de los modernos medios de comunicación.
Y resulta curioso que el silencio es requisito para la comunicación. Todos recordamos de nuestra infancia las reglas del buen hablante y del buen oyente que aprendimos en la escuela. Queriendo aclarar que el silencio no es simplemente callar: es actitud de apertura, de entendimiento.
Hemos puesto el silencio en el rincón del olvido, como algo inexistente e inservible. Y se le ha condenado bajo cargos que son contrarios a lo que debería ser el verdadero silencio.
Así pues el silencio ha tenido la apariencia cínica de la indiferencia o la complicidad. Ha sido un dejar de hablar, de tomar postura y de hacer, con el propósito de dañar o de no complicar la propia existencia. El silencio ha cedido ante la justicia de manera fácil. Ha otorgado lo que debía ser defendido. Ha enmudecido por las culpas acumuladas. Ha sucumbido ante los propios miedos.
Pero estos silencios son, quizás, muy en el fondo, falta de silencio. Falta de, lo que algunos han buscado especificar bajo la determinación de silencio interior. Alguien dijo que el hombre se mide en la capacidad que tiene de silencio. Y es sobre este silencio del que quiero tratar: el silencio interior.
Obvio que el silencio interior requiere de cierto silencio exterior. Que si bien no es aislamiento, alguna dosis de soledad o de quietud lo posibilita. El silencio exterior que lleva al silencio interior no es vacío, no es desintegrarse en la nada. Todo comienza a acallarse, pocas cosas  interrumpen para que aparezca la persona con su realidad interior. Cuando se está en silencio, el desagrado de verme y de ver mis defectos no puede esconderse. Por eso se le huye y se le teme. Y esto ya es comienzo de sanación, requiera o no ayuda profesional. Porque me pone delante el desafío de digerir lo que hago, lo que he hecho, lo que soy… para no subsistir en una permanente ilusión. Pero, a su vez, lo bueno puede también contemplarse… y disfrutarse… como una hermosa melodía.
El silencio permite descubrir y asumir la propia vida, exactamente como un concierto: la historia con sus inicios, momento de drama y desenlace es narrada por la combinación de todos los sonidos, ejecutados y percibidos.
Porque el mismo silencio que invita a la armonía y serenidad interior consigue descubrir el alcance preciso de las palabras y los gestos de los demás. Supera el contacto superficial y pone en su lugar la comunicación con la justa valoración de la palabra, en su sonido y significado.
El propio silencio permite que la historia de los hombres me alcance. Me permite aprender de la experiencia de los otros. De esta forma relativizo mi propio punto de vista. Puedo hacerme más tolerante. Consigo comprender puntos de vista distintos, por razones variadas (distintas creencias, vivencias, clima…), aunque los acontecimientos sucedan en la lejanía.
El silencio me permite acallar las voces recurrentes de mi pasado. También las voces que en el presente buscan perturbarme y que no me permiten ver y valorar la historia de mi propia vida. Va construyéndome internamente. El silencio interior me permite ver con objetividad lo que soy, lo que debo cambiar, lo que debo valorar. Y también todo aquello que debe ser transformado. El silencio me da pauta para actuar con precisión pero también con sutileza, sin impulsividad, entendiendo que todo tiene su justo momento de ser. Nos hace seres de experiencia, y no únicamente de repetición. El aprendizaje tiene mucho de vivencial, aunque comparta temas comunes a la humanidad.
Puesto que es un buen consejero, el silencio interior le da secuencia a nuestros pensamientos; pone en orden nuestras opciones e identifica prioridades. El silencio es reflexivo: no es la suspensión de la actividad mental. Me permite ver mi propia necesidad de cambio y me impulsa a crecer con honestidad, sin tener el temor de fallar puesto que, si bien el silencio me enseña que soy frágil y que puedo tomar una decisión equivocada, también brinda la certeza que la experiencia del silencio interior me llevará al cambio que sea necesario impulsar. El silencio interior me reconcilia conmigo mismo y con los demás, ofreciéndome el fruto del entendimiento y la sabiduría.
No debo temerle. Más bien debo abrazarlo como parte esencial de mi propia vida. No puedo esconderme tras la fachada del activismo, haciéndome creer que, el estar tan ocupada, me convierte en persona, cuando carezco de un momento de silencio para preguntarme quién soy, hacia donde voy y que debo hacer. Todo se vuelve prioridad cuando nada es prioritario. Porque carezco del silencio interior que debe confrontarme y transformarme.
Debo detenerme. No puedo ir por la vida en una carrera loca.
Debo y tengo que callar para escuchar la voz de mi interior.
Solo así podré alcanzar la sabiduría.

1 comentario:

  1. Que maravilla lo que nos ofrece en este
    articulo"El silencio del Corazon" donde nos refugiamos con tantos miedos , tantas dudas el cuarto oscuro del avion que nadie quiere abrir.ESE SILENCIO QUE NOS LLEVA HACER MAS HUMANOS SI EN VERDAD LO OIMOS. siempre me he preguntado a donde voy? quien soy? que me mueve? y mis repuestas llegan a un solo punto ¡Dios sabra! pero no todo se lo debo dejar a Èl tambien èl me ha dotado de mi ser interior para saber y reflexionar sobre mis acciones asi como dice el articulo el silencio me permite crecer con honestidad, me da otra oportunidad de correguir como cuando se traza una linea y borron con ella, gracias a Dios tenemos esa oportunidad de reconocer y ver lo voz interior para que nos lleve al conocimiento , sabiduria y entendimiento. UN BESO

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