viernes, 17 de agosto de 2012

MI AQUÍ Y MI AHORA


Para aquellos que han estudiado psicología o psiquiatría, deben de estar familiarizados con lo que es la “corriente Gestalt”, con la cual, debo ser muy sincera, no simpatizo del todo. Pero si hay algo que es importante en esta terapia, que creo que de alguna manera cada individuo debe y tiene que madurar, es el concepto del “aquí y el ahora”. Siempre y cuando eso no nos desvíe de responsabilizarnos con la vida y nos centre tanto en nosotros mismos que nos lleve a hacernos incapaces de compadecernos y de ponernos en el lugar del otro.

Como alguno de ustedes sabrá, nosotros, los psicólogos, buscamos ser funcionales. Y en mi largo proceso de crecer como persona en muchas ocasiones tuve que detenerme y mirar el “aquí y el ahora”, para determinar cómo y de qué manera debía actuar, pensar y sentir.

Esos han sido momentos muy puntuales en mi vida, como persona, como madre y como profesional.

Sin embargo, estos últimos dos meses han sido para mí, “mi aquí” y “mi ahora”. Después de haber recuperado algo de salud y energía, creyendo que remontaba ya la crisis de mi enfermedad, me hallo una vez más a mitad de la pendiente. Eso significa que de nuevo estoy confinada a mi cama y a las paredes de mi  cuarto.

Quizás para algunos esto pueda sonar difícil y doloroso. Para mí es solo mi realidad. Es “mi aquí” y “mi ahora” que me limita físicamente, pero nunca a nivel afectivo, emocional y reflexivo. En este mi “aquí y ahora” continúo proponiéndome seguir siendo funcional y, aunque para muchos, la definición de la palabra “funcional” va directamente proporcional con la actividad física, en mi caso la refiero a actividad mental e interior.

Desde mi cama soy capaz de seguir los procesos psicoterapéuticos de mis pacientes a través de mi hija Angélica, quien se encuentra la mayor parte del tiempo al frente de mi consulta. Soy capaz de crear con ella abordajes y estrategias para impulsar los procesos internos de nuestros pacientes.

Además de esto, en este momento sigo aplicando lo que ha sido una regla de oro en mi vida: no me pregunto el “por qué” de las cosas. En vez de esto me pregunto “para que me sirve esto”. Así pues, tengo mucho más tiempo para ser más reflexiva y crear nuevas estrategias para crecer. Esto, por supuesto, me ha ayudado a seguir agudizando mis capacidades mentales. Y, de esta forma, cada día que pasa, voy descubriendo algo nuevo que me ayude a crecer y que puede traducirse en experiencia o en conocimiento para otros.

Pero también el aquí y el ahora trae sus cuotas irrenunciables de humanidad. Y es que, como he dicho en innumerables ocasiones, ser persona es reconciliarme con lo que soy, con mis áreas de luces y mis áreas grises, con lo positivo y con lo que no es tan positivo y que necesito lidiar, con lo que siento y con lo no me gusta sentir. Y he aquí que en este mi “aquí” y “ahora” también me asalta, de nuevo, el fantasma de la culpa (sí, como recuerda aquel artículo que escribí hace más de un año con ese mismo nombre), que me susurra silenciosamente en mis oídos que otros están sufriendo por mí y que, además de ello, mi familia y mis amigos se recargan de actividades para intentar sacarme de esta crisis. Pero es, de nuevo, cuando me vuelvo a enfrentar con lo que quiero y deseo ser, que descubro, con fuerza, que la culpa es solo una excusa para no descubrir o para no ver mejor el amor de otros. Y el proceso interno de cambio que ellos, al igual que yo, tienen que vivir.

Una vez más pienso que el “para que” de este mi “aquí y ahora” es una invitación para ustedes, mis lectores, amigos, familiares y pacientes, de poner en práctica todo aquello que, por este medio o el de conferencias o el de psicoterapias, hayan podido asimilar, lo que debe perdurar es la enseñanza, puesto que la realidad dice que no siempre podré estar presente.

En este “mi aquí y mi ahora” que de alguna manera es el “aquí y el ahora” de ustedes, no es otra cosa que un vínculo arraigado en el amor, la confianza, la honestidad y el respeto por el otro. Nuestro “aquí y ahora” no es otra cosa que una invitación para que sigamos creciendo a pesar de las dificultades que la vida nos puede presentar.

No te preguntes “por qué”; pregúntate “para qué”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario