viernes, 31 de agosto de 2012

EL ÚLTIMO REGALO



Hay cosas en la vida que aunque parezcan simples o sencillas, son a veces muy complejas de entender. Son esas cosas que van más allá de nuestro entendimiento y parecieran trascender al aspecto divino.

Este último año y medio ha sido increíblemente iluminador para mí, no solo como persona sino como profesional. Me ha tocado vivir situaciones que escuchaba que les ocurrían a otros, situaciones que habían sido teóricas para mí en el ejercicio de la psicología y que me había tocado lidiar con ellas solo como psicoterapeuta, pero que ahora llegaban de manera directa a mí. Y me encontraba en medio del remolino de toda esa teoría que podía entender en mi mente pero que costaba mucho digerir y aceptar.

Como en muchas ocasiones me habrán escuchado decir: “tenemos dos familias”, nuestra familia biológica que es la que la vida nos regala y la familia que escogemos por opción y con libertad. Esta familia es también regalo de la vida y ¿por qué no decirlo? es también un regalo divino. Muchas veces los lazos afectivos de la familia que escogemos pueden ser tan fuertes o más que la misma familia biológica.

Hace 12 años conocí a mi “hermana” René. Estaba sentada en el primer banco de la iglesia ante la imagen de la virgen de Coromoto (Virgen patrona de Venezuela), y en silencio rezaba el rosario. Al verla, internamente sentí que debía estar a su lado acompañándola en el rezo del rosario y, dejándome llevar por esas cosas que parecen ser simples pero que de nuevo, trascienden a lo divino, me senté a su lado y rezamos juntas.

Después de un largo rato en silencio me miró, me dijo que estaba enferma, que estaba embarazada y que un psicólogo le había dicho que la doctora Cesarino podía ayudarla. También le habían dicho que la doctora  acudía a rezar frecuentemente a ese lugar y a esa hora. La miré, la tomé de la mano y le dije: “Yo soy la doctora Cesarino”.

Nunca imaginé que ese instante fuera a determinar mi vida durante los próximos 10 años. Primero nos hicimos amigas, luego nos hicimos inseparables, nos entendíamos de una manera tan especial que hasta los gestos y las miradas eran suficientes para saber lo que necesitábamos. Los primeros años fueron años de lucha, intentar salvar su vida, pero también teniendo ambas en claro que el amor al prójimo, la generosidad, la fidelidad y la oración seguía siendo, en medio de nuestra lucha, el centro de nuestras vidas.

Salimos airosas de la batalla de la enfermedad. Y los siguientes 10 años fueron años de llantos, de risas, de aventuras, de confidencias, creciendo juntas como personas y entendíamos cada vez más que nuestro nexo de hermanas era un regalo único y especial.

No importaba donde estuviésemos o que estábamos haciendo, solo bastaba una llamada, y ahí estábamos, de nuevo, juntas. Queriendo enfrentarnos a la vida y buscar soluciones a las distintas situaciones difíciles que se nos presentaban.

Mi hermana René me conocía de tal manera, que podía comprometerme con alguien o algo sin siquiera tener que preguntármelo, pues me conocía lo suficiente para saber que siempre estaba dispuesta. Nos dedicábamos juntas a atender y ayudar a los enfermos, a estar atentas a sus necesidades y poco a poco, ella fue entendiendo como era mi mundo y yo… como era el de ella.

Aprendió a amar a los mas necesitados y entendió y cuidó, en algunos casos, a mis “grandes amores” (véase articulo Carta a mis amores). Para ella, lo que hacía por los demás nunca era suficiente y constantemente me decía y me recordaba: “Sabes que tienes que cuidarte, muchos te necesitan y dependen de ti”. Y así, iba ella apoyando todos y cada uno de los proyectos en los que me iba involucrando.

Tristemente, después de 10 años, sobrevino de nuevo la enfermedad. Oraba en silencio y le pedía a Dios que me permitiera seguir unida a mi hermana. Pero, como la vida a veces puede ser compleja, yo también entré en crisis por mi enfermedad. Así que ambas estábamos en cama distanciadas, físicamente, cada una de la otra. No pude acompañarla, no pude ayudarla en sus tratamientos y no pude ni siquiera decirle cuanto la amaba.

Finalmente ocurrió lo que tenia que ocurrir: mi hermana finalmente cerró sus ojos y yo sentí que mi mundo colapsaba. El dolor era tan intenso que me costaba hablar, me costaba pronunciar las palabras y mientras familiares y amigos le daban un último adiós a mi amada hermana, yo yacía en cama con el dolor profundo de no haberme podido despedir.

Sin embargo, es ahí donde de nuevo la fuerza del amor y la trascendencia divina entran en juego. Entendí como nunca había entendido antes que, como bien decía mi hermana, mis palabras, acciones y trabajo tenían un impacto importante en la gente. Internamente sentía que ella me impulsaba a seguir adelante y fue cuando entendí que desde mi cama podía seguir haciendo cosas por los demás.

Así  nació este blog, que para muchos ha sido respuesta y consuelo. Para otros, reto. Y para muchos más el incentivo para crecer y ser persona. Me doy cuenta que esa capacidad de amor de mi hermana continúa acompañándome día a día, que su compañía y su oración me alientan a seguir adelante. Sigo descubriendo lo generosa que era, pues este blog no es otra cosa que el último regalo de amor que no me dejó solo a mí, sino a todos aquellos que ella amaba y a todos aquellos a quienes ella buscaba amar.

Así que ustedes, mis amados lectores, hoy 31 de Agosto, fecha de nacimiento de mi hermana, reciban con amor y con apertura de corazón, éste, su último regalo.

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