viernes, 5 de agosto de 2011

YO CREO

La humanidad está pasando por momentos difíciles, eso es indudable. Algunos quizás de intensidad mayor que otros pero, al fin de cuentas, difíciles. Es por esto que es común escuchar el comentario: “ya no sé en quien creer”, “ya no sé en que creer”. Pareciera que la experiencia de creer y de confiar se va diluyendo y socavando detrás de cada evento o acontecimiento que nos resulte difícil de digerir; tras aquellos que, para nuestro asombro, no concuerdan con nuestros parámetros de pensar y sentir que nos hemos forjado.
Pero mas allá de estas experiencias que pueden sembrar de dudas nuestras mentes, de vacilaciones nuestros corazones, de inseguridad nuestras relaciones interpersonales e inestabilidad nuestro mundo afectivo, surge con fuerza la necesidad de creer, de confiar, de ser.
No conseguimos renunciar a creer y conformarnos con dudar. Necesitamos creer y confiar para alcanzar metas, para descubrir caminos a seguir, para abrir senderos inéditos cuando haga falta, para reconocer de manera objetiva y realista que hay razones para seguir luchando, seguir esperando, seguir amando, seguir creciendo…
Necesitamos creer en alguien. Necesitamos creer en algo. Para algunos, creer en un Ser supremo. Necesitamos creer en nosotros mismos, en nuestros sueños, en los que amamos. Solo así podremos crear expectativas reales. Descubrir que además de las cosas hermosas que conocemos, todavía podemos seguir descubriendo otras muchas más para nuestras vidas.
Pero es que creer es una opción que origina una actitud. Actitud de vida que nos moldea y nos hace permeables a la grandeza del misterio de la existencia.
Es por eso que yo opto.
Es por esto que yo creo.
Yo creo que la vida es realmente hermosa, aunque a veces parezca frágil y difícil.
Yo creo en el hombre, creo en su capacidad de amar, de perdonar, de crecer, de ser persona.
Creo que los cambios son posibles, que podemos utilizar nuestra voluntad, que podemos crear hábitos y disciplinas para ser mejores.
Creo en el perdón, que es capaz de tocar y restaurar las heridas más profundas y arraigadas de nuestros corazones.
Creo en el amor, en el amor pleno, que no conoce límites ni condiciones.
Creo en la esperanza que alimenta nuestro diario vivir, que nos susurra al oído que lo mejor está siempre por venir.
Creo en la ternura, que acaricia nuestros pensamientos. Que lima las asperezas de la vida. Que permite que aparezcan sensaciones cargadas de matices y texturas inéditas en el corazón.
Creo en la sonrisa como el medio más poderoso para la comunicación, que produce el milagro de acortar las distancias.
Creo en la palabra gentil y suave que se cuela hasta llegar a lo más profundo de nuestro ser,  que tiene como facultad la de producir cambios.
Creo en el silencio que a veces puede transformarnos. Creo en ese silencio que muchas veces nos permite hilar delicados e invisibles hilos de solidaridad con las que nos unimos con el otro para acompañarlo.
Creo en los gestos cariñosos que juegan a saltar más allá de las palabras y que con desnuda ingenuidad no esconden sentido alguno de malicia.
Creo en esos gestos guiados por el deseo honesto y sencillo de ser simplemente cercanos y que consiguen traducir lo mucho que el otro nos importa.
Creo en esos gestos que hacen retumbar la tierra cuando dicen a su modo “puedes contar conmigo”.
Creo que existe una luz que disipa cualquier oscuridad de nuestras vidas.
Creo que vale la pena luchar en todas y cada una de las situaciones que enfrentamos en nuestras vidas, que pueden conducirnos a la plenitud humana.
Creo que podemos levantarnos después de caernos.
Creo que los grandes éxitos se construyen sobre los grandes fracasos.
Creo que toda experiencia de vida es un regalo que nos permite crecer y ser persona.
Creo en la honestidad que dispone nuestros corazones, nuestras mentes y nuestros espíritus a impulsarnos para ser cada día mejores.
Creo en la paciencia que todo lo alcanza.
Creo en el amor fraterno entre los seres humanos.
Creo en la alegría como regalo de vida.
Creo en la paz que acalla los lamentos del corazón.
Creo en la tolerancia que nos permite descubrir lo diferente que somos los unos de los otros pero que también nos enseña dentro de esas diferencias a complementarnos.
Creo en el derecho a la vida.
Creo en la generación de relevo que cumplirá mucho de nuestros sueños y expectativas en el futuro.
Creo en la justicia que acalla las voces de dolor, indolencia e intolerancia.
Creo en la misericordia como regalo divino.
Creo en la verdad que disipa la oscuridad.
Por esto y por muchas cosas más, yo creo.
Yo creo en todos y cada uno de ustedes que con disciplina, esperanza, y deseo de cambio buscan alimentarse del artículo de cada semana.
Por eso, con eterno amor, esperanza y gratitud, brindo por ti, que desde lo profundo de tu corazón buscas, a través de cada artículo, crecer y  ser persona.
Por tu opción de vida y por creer, hoy, de nuevo, brindo por ti.

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