viernes, 12 de agosto de 2011

CONTRADICCIONES...


Estas últimas semanas han sido particularmente difíciles para mí. Ha habido mucho revuelo alrededor mío, por circunstancias o situaciones que se nos van presentando en la vida de manera imprevista.

Algunas parecieran ser circunstancias “normales”,  propias de la vida cotidiana. Pero otras, sin embargo, surgen de manera sorpresiva sin que podamos entender cómo pudieron ocurrir. Inclusive, en algunas de ellass parecieran no tener ningún sentido de ser, no contar con fundamentos y mucho menos con la mínima lógica. Y no solo en lo que se refiere a las expectativas que nos hemos creados sino inclusive contrariando las normas que, como seres humanos, hemos establecido para regir la sociedad y que han sido estructuradas en marcos legales.
Contradicciones…
Y es que la vida está llena de contradicciones, contradicciones que se escapan a nuestro entendimiento, que contrarían nuestra manera de pensar, que siguen cursos distintos a nuestra manera de sentir y no tienen que ver con nuestra forma de actuar. Estas son contradicciones ajenas al propio mundo interior, que de alguna manera nos hacen mella y producen en nosotros asombro, desconcierto y, en muchos casos, confusiones.
No obstante, para aquel que busca ser persona, que ha buscado fortalecerse internamente integrando todos los aspectos de su vida, estas contrariedades son oportunidades, como ya lo he dicho en otras ocasiones, para crecer. Si es muy cierto que quizás yo no pueda cambiar lo que ocurra a mi alrededor, sí puedo optar por mantenerme serena, fiel a lo que soy y a mis principios. Y esa podría ser la gran derrota que se le puede infringir a las contradicciones.
Pues la gran tentación en medio de estas es la de actuar de manera impulsiva, olvidando lo que soy y lo que quiero ser. En fin, la tentación de entrar  yo misma a ser una contradicción.
En este mundo, tan lleno de simbolismos, el que yo pueda permanecer firme en medio de las contradicciones que la vida me pueda presentar, hace que yo también me transforme en símbolo para quienes sientan el deseo de SER: optando con toda nuestra voluntad para no dejarnos arrastrar por las mareas de las contradicciones circundantes.
Se necesita mucho de voluntad, de valentía, de aprecio a la vida, de convicción y de amor a sí misma para no dejarse succionar por esos remolinos.
Sin embargo, también existen otras contradicciones que pueden ser altamente peligrosas en nuestra vida. Y son las contradicciones internas. Aquellas que dejamos que se cuelen en nuestras vidas. Algunas pueden hacerlo por comodidad. Otras a causa de falta de voluntad. Otras, tan sencillo, por falta de claridad. Y otras, porque no hemos querido tomar el tiempo ni para mirarlas ni mucho menos para cambiarlas.
Pero son esas las contradicciones, las que se han colado en nuestro interior, las que no nos permiten crecer. Que no nos permiten ser modelo o símbolo no solo en relación con aquellos que amamos sino también en relación con aquellos que nos une algún sentido de responsabilidad.
Es que las contradicciones internas son como un barco que no tiene puerto donde atracar. Porque estas contradicciones me van llevando a la deriva, incapacitándome para ser persona, para crear relaciones afectivas sólidas, para hacer de mí una persona responsable ante el ámbito no solo familiar y social sino también laboral.
En fin, debo ser lo que predico. Y si todavía no lo soy, por lo menos debe existir en mí la claridad de que debo luchar para conseguir serlo. Por ejemplo, en mi caso, como psicóloga, debo ser referencia para los otros. No puede existir en mí de manera deliberada contradicciones internas. Pues esto sería perjudicial no solo para mí sino también para mis pacientes. No significa esto que por eso vaya a ser perfecta, sino que descubriendo mi humanidad y propia miseria interna, lucho para ser cada día mejor.
Hay que estar atentos, sin embargo, a no caer en el error de hacer justificaciones para evitar enfrentar nuestras contradicciones internas. No porque puedan aflorar constantemente con la fuerza intempestiva de una tormenta, sirve el que nos digamos: “es que hay que vivir el momento”, “los momentos de alegría son muy cortos y hay que aprovechar la ocasión” o “mañana será otro día”.
Si vamos así, de justificación en justificación, estaremos yendo a la deriva y perderemos la claridad de conciencia de estar arriesgándonos de poder perder totalmente el rumbo de nuestras vidas. Y al final nos descubriremos sin nada ni a nadie. Y esto no porque seamos pobres víctimas del destino, sino porque esa ha sido la opción de vida que hemos asumido cuando hemos querido silenciar esas contradicciones internas sin enfrentarlas y doblegarlas.
Recientemente estuve hablando con una desconocida en la calle. Me dijo que su mayor temor era quedarse sola en la vida. No tener a nadie que la amara. Y era esta la razón por la que ella explicaba que mantenía frecuentes relaciones sexuales con distintas personas. Esta persona era incapaz de ver su incongruencia interior. No podía distinguir la diferencia que existe entre lo  que es amor y lo que es pasión.
¿Qué tan ciegos somos ante nuestras contradicciones internas? ¿Con qué disimulo las miramos? ¿ o cuanto las justificamos?
Y hay veces en que ni siquiera caemos en cuenta de estar viviendo de manera incongruente.
Por lo cual no me cansaré de repetir una y otra vez la importancia de mirarnos constantemente; de contemplar lo que está ocurriendo dentro de nosotros. De descubrir con honestidad lo que somos, conociéndonos a nosotros mismos, con todas nuestras virtudes, fortalezas y miserias…
Pero, sobre todo, con la firme convicción de que debemos optar por ser congruentes, íntegros, honestos… optar por ser personas.
No puede ser real lo que no soy. Pero sí puedo lograr ser lo que con deseo ardiente y voluntad decidida deseo ser.

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