viernes, 4 de mayo de 2012

EDUCANDO PARA LA VIDA



Uno de los temas que con mirada más reservada abordan los padres es el tema de la educación de los hijos. De hecho, uno de los aspectos que apuntalan, según ellos, la pertenencia a la categoría de buenos padres y buenas madres son los sacrificios que han hecho por brindarles una buena educación. También es cierto que, en algunos casos, los mismos padres, con dolor y extrañeza, se sienten poco correspondidos ante el flaco compromiso de sus hijos con los libros, más allá del mínimo obtenido con la ayuda de Wikipedia.

Así pues, el tema de la educación se transforma en un punto de honor, donde los padres, cuales entrenadores, aspiran a ver coronados sus esfuerzos con las correspondientes medallas de aplicación y buena conducta. Con esto de entrada ya podemos ver como se van enredando las cosas.

Que el tema de la educación pasa también por la educación académica es una cosa incuestionable. Solo que la mezcla de amor y orgullo se transforman en una combinación explosiva, un detonante para las mismas relaciones intrafamiliares. Así pues, los padres asumen el rol de entrenador, en ocasiones de entrenador deportivo y, en otras, de entrenador circense que, a punta de látigo, quiere hacer pasar a los leones por el aro prendido en fuego. De esta forma, en esta cuestión concreta, pueden volverse altamente represores y castigadores, con “pequeñas” e “irrelevantes” descuidos: no solo que el ser humano no funciona en base a la simple “represión” sino que pueden existir dificultades reales que, para superarlas, el hijo amerite algún tipo de ayuda extra y muy diferente del castigo o el insulto.

Y para este proceso hay que desembalar de la educación la dosis de amor propio, en el mal sentido, que le ponemos. No se puede servirse de los hijos para exhibirlos como un trofeo, menos para restregárselo en la cara de familiares y amigos. O para finiquitar cuestiones no resueltas con nuestros padres y pretender solventar las heridas que nos hayan causado. Los hijos no son prolongación de nuestro ego, por mucha satisfacción que nos causen. Alimentar esta confusión puede ser funesto, tomando en cuenta que, en el periodo de desarrollo, cada etapa prácticamente es irrepetible, y lo que hagamos bien o mal incide en el resto de la vida.

Pero que el tema de la educación sea de índole estrictamente académica, eso es otra cosa. La educación es una cuestión mucho más amplia. No acepta simplemente ser tasada por un número o una letra, que tienen su importancia en la educación formal. Los objetivos no siempre están formulados en programas de estudio. La educación es el ejercicio a través del cual el ser humano se transforma en persona. Es el ejercicio de la partera, sacar a la luz las posibilidades que están latentes en los hijos. Donde el yo, esa individualidad única e irrepetible, de alguien adquiere su conformación de adulto, con la posibilidad de continuar progresando.

Para esta tarea los que ejercen el rol de padres son insustituibles. Este “educar para vivir” implica que los padres han descifrado, en parte para ellos, el secreto de lo que consiste la vida. Se han apropiado de valores, convicciones y principios que rigen con propiedad su existencia, lo que hacen y lo que esperan, la manera de enfrentar y resolver conflictos, la manera de disfrutar de lo agradable y la capacidad de darse. Entonces la palabra formulada, la enseñanza que adquiere forma verbal, tiene un trasfondo de sabiduría. Lo material puede enseñar a administrarse sin que devore a las personas; las relaciones consiguen tener la vitalidad que brota de la profundidad; la sensibilidad es algo más que estimulación momentánea y emocional por cualquier motivo.

El padre o la madre que han captado el carácter irrepetible de la existencia y la validez y limitación de las experiencias, saben que pueden enseñar a vivir, pero no pueden tomar el puesto de los hijos para enfrentar los desafíos de la vida. Caen en cuenta que cada época tiene algo nuevo y original, pero que cada experiencia posee un fondo que traspasa el tiempo y es vigente, de alguna forma, para las nuevas generaciones.

De ahí que ser padre o madre es mucho más que inscribir en un buen colegio o en una buena universidad, por importante que también estas cosas sean. Requiere de paciencia y visión, sensibilidad y empatía para ponerse en el lugar del hijo, comprendiendo, animando, amonestando pero, sobre todo, haciendo sentir el amor con calidez, con gestos y palabras. No para afirmar lo negativo sino para afirmar la incondicionalidad del compromiso de ser padres, haciendo y diciendo lo que se tenga que decir sin que la llamada de atención se transforme en herida y humillación.

Ser padre y madre implica no solo el haber crecido sino el continuar creciendo, sin escandalizarse al ver carencias o defectos que antes no se veían o no se valoraban. La capacidad para seguir maniobrando ante las situaciones concretas, de buscar respuestas cuando no se tienen. De entender que ser padre o madre es mucho más que defender un título nobiliario: es la capacidad de ir desapareciendo en la medida en que los hijos tienen fundamentos internos y externos para hacer su propia vida.

Ser padre y madre es saber discernir cuando estar y cuando mantener la distancia en silencio para que nuestros hijos sientan que somos capaces de respetarlos. Pero también de hacerlos sentir capaces de asumir sus propias vidas y tener la esperanza que todo conocimiento que le hayamos trasmitido para ser persona serán bien aprovechados en sus momentos difíciles o de toma de decisiones.

Al final de cuentas, como ya lo he repetido en otras ocasiones, educar a nuestros hijos no es solo darles el piso académico que necesitan; no es solo enseñarles los principios básicos de la vida. Educar a nuestros hijos es tener la conciencia plena que en nuestras manos se encuentra la responsabilidad de hacer de guía para que nuestros hijos se transformen, en el mejor de los sentidos, de manera auténtica y en pleno significado de la palabra, en verdaderas personas.

Ayudar a nuestros hijos a ser personas: el mejor legado para su futuro…

NOTA: mañana, sábado 5 y el domingo 6 de Mayo, estará la ONG, presidida por mi persona, Derrotando la Depresión, en el Centro Comercial Ciudad Las Trinitarias de Barquisimeto, por el área externa donde se encuentra el supermercado Central Madairense, en un operativo de información y recolección de fondos para apoyar a pacientes de escasos recursos con crisis depresiva y otros trastornos, para la administración de medicamentos y costeo de sus terapias.

1 comentario:

  1. Hooooooooooooooooooooooolllllllllllllllllllllllaaaaaaaaaaaa doctora Cesarino quizás no me recuerde pero soy su más fiel admirador usted fue una de las mejores influencias que he tenido en mi vida no sabe como estoy tan agradecido de haberla conocido, tuve el honor de recibirla en mi casa 2 veces en Maracay edo. Aragua, la respeto y la admiro por su valores, y su contribución a una mejor humanidad, la estuve intentando encontrar pero se mudo de su consultorio hace muchos años en 1989 yo era muy joven tenía como 13 años, y le perdí el rastro. Para la época fue importantísima su ayuda, quizás no me recuerde pero le voy a dar una pista: usted me regalo una guitarra “.
    Espero que me responda pronto estoy ansioso de su respuesta le voy a dejar mi correo: danellor1@yahoo.com me alegra encontrarla.

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