viernes, 24 de junio de 2011

¡¡DETENTE!!... ¡¡RESPIRA!!

En este mundo caracterizado por las prisas, todo se hace de manera rápida. No hay tiempo para nada. Una supuesta productividad lo absorbe todo. La eficiencia, que solo parecemos buscar en el ámbito laboral, no da lugar a cualquier otra experiencia. Nos inmolamos ante los dioses del mundo moderno. Ante el tiempo… ante el tráfico, ante los negocios.
Nos hemos hecho extraños para los demás y los demás son extraños que pueden reducirse a colegas, compañeros, conocidos que  ocasionalmente se tropiezan e intercambian alguna que otra palabra.
De la prisa por la “producción” se pasa a la prisa en la familia: algunos viven no en hogares sino residencias, como pasantes y no como familia. Personas que se consiguen y tropiezan porque comparten comedor, cocina, neveras… Así que no hay procesos de integración porque no hay encuentros. Solo contactos, casi que epidérmicos y funcionales más que afectivos. Se comparten gastos pero no el tiempo.
En el frenesí de alcanzar una meta que se desplaza permanentemente hacia el futuro, en un mañana que no se transformará nunca en presente, se nos va la vida sin vivirla. Sin procesarla. Como quien come sin masticar… o jadea sin respirar.
De esta forma entramos en desventaja ante diversas situaciones de la vida. Las situaciones hay que procesarlas. Como las dificultades en el hogar hay que procesarlas. Y esto para no ponerlo en tinta roja en el renglón de las pérdidas, sino en azul en el renglón de las ganancias.
Procesarlas es saber que hay que esperar para responder (de palabra o acción), aunque creamos que esto nos consume. Procesar lo que se está viviendo. Procesar lo inesperado. Procesar lo absurdo. Procesar todo aquello que parece ser un torbellino de cosas que irrumpen con nuestra supuesta organización, cotidianidad y, por qué no, hasta planes de vida.
Ante tales circunstancias ¿qué debo hacer?
DETENERME… RESPIRAR…
Porque generalmente las personas tienen puesta una programación que les hace obrar sin pensar, de manera refleja o visceral, cegada por las circunstancias, de manera impulsiva y sin considerar las consecuencias. Con una simplificación de la realidad en un esquema que me contrapone a los otros para simplemente reaccionar de forma defensiva o iniciar ataques.
“Respira” es que te tomes tu tiempo. Permite que tu cuerpo y mente sean oxigenadas antes de tomar cualquier decisión. Mira la realidad, tu entorno, lo que pasa alrededor, lo que te dicen, quien lo dice, lo que hace… pero también fíjate en cómo reaccionas, lo que sientes, lo que piensas, lo que entiendes. Y luego pregúntate cuánto de lo que estás interpretando es real, cuánto proviene del exterior y cuánto lo añade una equivocada percepción.
“Respira”. Y una vez que te hayas serenado, que veas con claridad lo que está pasando y lo que sientes, evalúa la realidad y toma la decisión que consideres responsablemente la correcta. Esa decisión que podrás mantener en el tiempo, que podrás mantener ante los demás o por la cual podrás asumir que lo pensaste con honestidad aunque al final te hayas equivocado.
Pero respirar es también asomarse a la vida con otra actitud. Dejarse penetrar por las situaciones con toda la carga emocional. Con toda la gama de sensaciones y emociones. Dejar que penetre por los poros…
Respira, porque la vida no es un programa de computación que corre sin mayores variaciones. La vida es precisamente saber responder ante situaciones agradables y otras no tan agradables. Algunas previsibles pero otras sorpresivas. Pero el secreto está en saber detenernos, RESPIRAR… Respirar para con ecuanimidad, con asertividad, con realismo saber responder ante estas circunstancias.
Cada semana publico un nuevo artículo en este blog. Y en muchas ocasiones me he encontrado en circunstancias que podían desviarme del objetivo del artículo o de la publicación del mismo. Pero ante tales circunstancias: RESPIRÉ. Llené mi cerebro de oxígeno. Frené mis pensamientos. Acallé mis emociones. Y, finalmente, tomé decisiones adecuadas.
Respirar es que te tomes tu tiempo. Que detengas el carro de la vida en un instante. Que aprendas a utilizar el tiempo a tu favor aunque creas que sea poco, crear herramientas que te permitan manejar situaciones a veces desconcertantes y otras veces dolorosas.
Respirar es saber que puedes detener por un instante tu mundo interior. Sintonizar la realidad interna con la realidad externa. Saber que puedes enfrentarte a situaciones y no valorarlas simplemente por los resultados sino por toda la disciplina interior que implica el respirar.
¡Detente! ¡Respira! Porque a veces la vida puede parecer un complicado rompecabezas, pero con paciencia, serenidad, esperanza y disciplina se consigue hacer encajar las piezas.
¡Detente! ¡Respira! Porque al final todo pasa. Después de la tempestad viene la calma. Y los segundos previos antes del amanecer son los momentos más oscuros de la noche.
Recuerda… Detente… Y solo respira.

2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Aveces hay que salir del parloteo mental y empezar a sentir más con el corazón... Totalmente de acuerdo no es fácil deterse y respirar, pero d eso se trata...

    ResponderEliminar