viernes, 17 de junio de 2011

PAPÁS...

En este mundo marcado por el machismo, la imagen de la madre es exaltada de tal manera que su sombra cubre y recubre a la del padre. Una eclipsa la otra. Mientras que una es exaltada hasta por las bellas artes de todas las culturas, la imagen paterna no solo se ensombrece sino que pareciera invocarse como venida de las mismas tinieblas.
Esta constatación cultural no deja de ser alarmante cuando nos introducimos en la psicología de la persona humana. Más que un elemento anecdótico presente (o ausente) durante la infancia, se trata de un elemento que produce un impacto en la personalidad y su estructura por el resto de la vida.
Y es que lamentablemente, a nivel mundial la figura paterna es casi inexistente por no decir inexistente del todo. Muchos de los conflictos que se viven en esta generación son en gran parte producto de esta ausencia o en gran parte, marcada por la misma.
Se ha pensado de manera equivocada durante mucho tiempo que ser padre es ser “proveedor”, pero solo en el aspecto económico. Pensar de otra manera implicaba ir en contra de la norma. Un padre jamás debía ser cuestionado si proveía económicamente a sus hijos. Era y todavía es frecuente escuchar expresiones tales como: “trabaja como una mula para darle todo a sus hijos ¡Que buen padre es!, trabaja de sol a sol”
Pero además de los males del pasado a corregir, están los males a futuro para evitar. Más que una recopilación de la funesta historia presente y pasada de los varones que son o han sido padres, está el desafío de corregir el modelo cultural imperante, para que las próximas generaciones puedan ser realmente papás.
Entender que ser padres implica mucho más que economía, implica invertir tiempo, crear y profundizar una abierta y franca comunicación, educar en muchos aspectos de la vida, en valores, en moral, en ética…
Ser padre implica asumir la responsabilidad de ser persona y que dicha responsabilidad tiene y debe ser transmitida a los hijos.
Para ser padre, algunas cosas tendrán que ser encaminadas de manera personal, otras de manera cultural o social. Ejemplo de esto es la utilización de la “trampa” de la sobrestimación de la imagen materna como coartada para no asumir la paternidad. Incluso el adagio popular dice: “madre solamente hay una, padre se encuentra en cualquier esquina”. Si padres hay en cada esquina ¿dónde  han estado hasta ahora? Porque la imagen paterna esté desaparecida.
Este pensamiento debe ser desmontado. Pues aunque la imagen de la madre es extremadamente importante, se minimiza la imagen del padre. Por ende, se puede utilizar hasta como excusa socialmente aceptada para no ser padre.
En el desarrollo de la personalidad en el niño y de la niña, las figuras del padre y la madre son insustituibles. Podrá faltar por cualquier razón el papá o la mamá biológicos, pero alguien deberá asumir el rol de ser figura paterna o materna.
La figura paterna tiene un rol indispensable para crear un ambiente de seguridad y protección, que permita el sano crecimiento de los hijos. Dicho ambiente está creado no por cosas, sino por relaciones. Por la calidad de las relaciones. No se da porque se conviva bajo un mismo techo o se respire un mismo aire.
Se va creando en las relaciones concretas que aportan experiencias de amor. Porque cada experiencia de amor equivale para el hijo a sentirse amado, valorado, promocionado por el padre. Y de esta manera el padre va reafirmando y dando seguridad al niño, para enfrentar la vida con todo realismo.
Es una colaboración indispensable en la construcción de la autoestima y de la propia imagen. De ese sentir “yo sí puedo”, sea como adulto, sea como niño. El niño siente que él es importante, que él es importante para alguien, y que ese alguien es, para el niño, la persona más importante de este mundo.
Un padre debe ser equilibrado, no represor, neurótico y menos maltratador, sino que cuente con valores suficientes dentro de las limitaciones que existen en la vida. De esta forma será un excelente medio para que el niño asimile normas y valores en su vida.
El sano vínculo con el padre ayuda a estructurar la personalidad alrededor de orden y el reconocimiento de la autoridad. Esto, a su vez, va a hacer que el adulto del mañana vaya a ser capaz de acatar orden y autoridad.
Maneras patológicas que actúan de forma díscola y contestataria, sospechando de todo orden social, pueden tener que ver con conflictos no solucionados y relaciones disfuncionales con la figura paterna.
Hay que considerar que la auténtica y sana inserción social, sin sumisiones humillantes pero sin rebeldías absurdas, se basa en una sana relación con la figura paterna en la infancia.
La autoridad que nace del amor y admiración es distinta del autoritarismo, cuyo efecto es totalmente el contrario.
La capacidad de diálogo y respeto no impide que, en las ocasiones que sea necesario, se hagan correcciones e, inclusive, se castigue sin maltratos (“no vas al cine”, “no te compro helados”, etc.). Un padre así es valorado como comprensivo y justo. Y todas aquellas realidades que el padre induce son valoradas como buenas.
Pero, unido a esto, el padre tiene el desafío de ser sensible. Además de la ausencia física en algunos hogares, la ausencia más trágica es la  afectiva y emocional. Ocurre cuando el padre es un ser minimizado, una presencia lejana, un ser distante y fantasmal que, en ocasiones, es más temible que amable.
Este vacío paterno envía al niño el mensaje de “tú no existes”, “yo no existo para ti”. Es una orfandad afectiva, que torpedea cualquier sentido de pertenencia. De no contar con un ser protector. El varón que es padre puede equivocarse drásticamente al reducir su responsabilidad a ser un simple proveedor, el que vela por lo material por el dinero que consigue trabajando.
Pero eso no es suficiente. Distanciarse de la afectividad y sensibilidad no es sinónimo de hombría ¡Como si el ser sensible fuese algo propio únicamente de la mujer! La sensibilidad masculina diferenciada de la mujer es una riqueza que no puede perderse.
Una asertiva incidencia del padre sobre los hijos afecta de manera positiva tanto a los hijos varones como a las hijas. En el caso de los hijos varones, si hay una buena imagen paterna, que afectivamente sea importante, tal modelo servirá de referencia para la adultez. En el caso de las hijas, contar con una buena imagen paterna le permitirá apreciar una adecuada y sana relación con el varón, particularmente en lo referente a la escogencia de pareja.
La ausencia de imagen paterna o una imagen traumática es fatal: es lanzar a las personas como náufragos ante la vida.
En el fondo, evitar la paternidad esconde, a su vez, inseguridades, inclusive de infancia. Asumir la paternidad implica el pasearse por todo ese mundo tambaleante de la propia vida interior y de la historia personal. Y el miedo es el peor enemigo. Internamente se debe convencer que es posible ser padre de manera distinta a como él se sintió como hijo. Que la paternidad tiene un atractivo insospechado que él puede encarnar a favor de sus hijos.
Por otro lado, el delegar la toma de decisiones y la resolución de conflictos a la mamá, no es sino otra forma de evitar la responsabilidad de ser padre. Y evitando el roce y el contacto se pueden evitar conflictos abiertos, pero tiene el carácter de violencia pasiva. Esta aparente “normalidad” no asegura que se está siendo un buen padre.
Pero en este camino de recuperación de la paternidad, las mamás también tienen su cuota de responsabilidad: el acaparamiento emocional de los hijos y la desautorización de los papás hace que se agrave la situación.
Entonces,  una mujer contribuye para bien o para mal en esta recuperación de la paternidad cuando escoge a su pareja: no solo se trata del compañero sentimental con quien se quiere compartir el resto de la vida, se trata también del hombre que escojo como padre de mis hijos.
Igualmente podemos analizar la conducta materna que interfiere en la relación padres e hijos. Uno de los casos es cuando el papá solo sirve de chantaje para controlar a los hijos: “cuando tu papá llegue del trabajo vas a ver”, “si lo sigues haciendo se lo digo a su papá”, “cuando se entere tu papá te va a castigar”.
 Además la mujer puede influir en hacer de sus hijos que de adultos sean padres responsables. Como la mujer puede favorecer el machismo, así también puede favorecer la ausencia de la paternidad, si no se toma conciencia.
Al final de cuentas ser papá no es trabajo exclusivo del hombre, implica que sociedades y culturas rompan con estereotipos que impiden la clara realización de lo que implica ser padre.
Si se asume responsablemente la paternidad, los efectos se harán sentir en las familias, culturas, sociedades, y muchos de los problemas existentes de hoy, en consecuencia, tendremos un mejor mañana.
Es tu responsabilidad. Es mi responsabilidad.
Es responsabilidad de todos.

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