viernes, 6 de mayo de 2011

ÍDOLOS


Pareciera que en estos tiempos de crisis interno el ser humano fuese una máquina de fabricar ídolos. Tal situación es altamente reveladora. El ser humano no se mira internamente para descubrir qué áreas de su vida necesita trabajar y perfeccionar el auténtico sentido de lo genuinamente humano.
Ya Maslow y otros apuntaban esta realidad, inclusive proponiendo una pirámide de necesidades que parten de las básicas, como la alimentación, hasta la realización, que podría ser una metanecesidad.
Pero esta elaboración teórica, con su valor práctico, se encuentra con un aspecto novedoso de tipo social: la inestabilidad de todo lo que se consideraba firme y proporcionaba sensación de seguridad.
Ya tal experiencia se tiene en el paso de la infancia a la adolescencia: nuestros padres, encargados de crear esa protección a nuestro alrededor, son seres quebradizos. Si a esto se suma la inestabilidad de la familia y las separaciones y divorcios, poco se consigue en la familia.
Más además de la familia, está el entorno social. En distintos países la estructura social que avanzaba de manera exitosa desde hace casi dos décadas, se quebró por diversas razones. En otros, se van dando tumbos buscando salidas o, también ocurre, el tejido social ha sufrido un deterioro acelerado.
La cosa está en que las fuentes que proporcionaban seguridad se han desvanecido. Si, cuando se optaba por dejar atrás una sociedad marcada por el elemento religioso, se buscaban sustitutos que idolatrar, hoy en día la necesidad no es menor, porque la angustia es mayor.
El ser humano está siempre en referencia a algo externo y que lo supera, a lo que busca servir. Puede que en términos generales hablemos, por ejemplo, de egoísmo, pero el egoísmo no es solo hacer de mí lo más y único importante en la vida, sin importar los otros e, inclusive, en contra de los otros. El egoísmo consiste en moverse por lo que creo que es importante para mí y deseo conseguir o conservar, porque me hace sentir superior o provoca en mí sensación de placer o bienestar aparente, que disipa la angustia a ras de piel y los complejos.
Ciertamente que, en la escala de valores creada de manera poco realista, tener ciertos “logros” sirve también para reforzar cierto sentimiento de superioridad: a todos los demás le pueden ocurrir ciertas cosas que a mí no, porque yo estoy en una escala superior de existencia.
Al final la función de los ídolos es esa: creer que se tiene el sartén de la vida agarrado por el mango.
Pero, en términos generales, los ídolos tienen que tener alguna forma o figura. Tienen que irradiar poder, para brindar seguridad. Algunos podrán conformarse con el uso de amuletos. Pero los demás necesitan cosas más relevantes.
¿Qué tal si empezamos refiriéndonos al dinero? Es un ídolo exigente, porque sus devotos, para experimentar las bendiciones de su seguridad, deben servirlo constantemente para salir victoriosos. Muchas veces a expensas de sacrificar lealtades, fidelidades, amistades…
Pero también puede ser la vida amorosa. Vida amorosa en cuanto a la colección de conquistas, con toda la variedad de formas y maneras. Una nueva conquista siempre hará falta para inmolarla al amor de ídolo. Se tendrá el desafío de la carrera contra el tiempo, y lo pasajero de las conquistas. Apenas conseguida una hay que ir en búsqueda de la siguiente. Eso diferencia este amor de aventurillas al amor estable y real.
La belleza es otro de los ídolos. Concentrar toda la atención, energía y dinero en mejorar una apariencia personal seductora. Valgo según aparento. Es la promoción del envoltorio, lo que lo hace diferente de la autoestima: no importa lo que soy por dentro, importa lo que hago creer, que me distingue de los demás, y lo que consigo a través de eso.
Más también está la fuerza. Puede ser la fuerza física o la fuerza conseguida por otros recursos. Intimidar y disuadir. Someter a los demás sin posibilidades de queja. Doblegar a la familia para conseguir un control férreo por su supuesto “bien” o para obligar a que me amen. Ejercicio constante de escaramuzas que muestre quien está al mando.
Un objeto que me prolonga o sustituye, como centro de atención. Por ejemplo, un carro. Los recursos del afecto y el dinero los absorbe el vehículo. Como si este sustituyera a la pareja o compensara mis frustraciones. El carro me representa, toma mi puesto, consigue ser lo que yo no soy. Me eleva sobre aquellos que se contentan con tener algo que los traslade. Necesidad que pone a la familia en segundos lugares…
El trabajo: el vértigo de vivir de manera desenfrenada como una máquina de producción. Como una pieza más del engranaje. La cosecha del éxito y promoción a costa de la salud y el tiempo para, por decirlo así, ver crecer a los propios hijos…
Todos los ídolos exigen fidelidad rigurosa. Lo que convierte a la persona en un ser humano degradado. Se pierde la noción de lo que es realmente importante. Se deja de atender a todo aquello que necesita constantemente ser alimentado.
Entrar en crisis en relación con las falsas seguridades implica mucho de vértigo. Es aceptar que el piso sobre el que apoyamos la vida es inestable e inseguro… si existe un piso. Pero sobre pisos frágiles no pueden construirse grandes proyectos de vida. Así que la revisión es obligatoria.
Una necesidad inmediata de entender que todo aquello que representa ídolos en nuestra vida nos esclavizan llevándonos a un torbellino de vida superficial y vana. Mientras que todo aquello que se nos da libremente como el amor, la salud, la fidelidad, la familia… pasa a un segundo plano, por no decir que, en ocasiones, a un plano inexistente, cuando son estas las cosas que realmente nos libera, nos permiten crecer y ser persona, en el más amplio sentido de la palabra.
El antídoto es la vigilancia: estar atento ante la amenaza idolátrica en cada uno. Nadie está inmune.
Solo derribando los ídolos que existen en nuestra vida podremos identificar el vacío que estaban llenando, y tomaremos las decisiones lúcidas y responsables para crecer a partir de ellos y conocer auténticamente nuestras necesidades, para trabajar en ellas y conseguir ser auténticamente plenos.


__________________
A NUESTROS AMABLES LECTORES PIDO DISCULPAS POR EL RETRASO EN LA PUBLICACIÓN CAUSADOS POR PROBLEMAS EN LA CONECTIVIDAD DE LA RED

1 comentario:

  1. Excelente artículo, realmente andamos por la vida con nuestro locus de control en el exterior olvidando o no teniendo en cuenta que nuestro exterior puede ser o es un reflejo de nuestro interior por ello es de sumo importancia conocernos para crecer…. Muchas Gracias por estas palabras.

    ResponderEliminar