viernes, 20 de mayo de 2011

¡OJO! ¡SEÑALES EN LA CARRETERA!



Es curioso que busquemos en las estrellas las señales que deberíamos conseguir en la tierra. La gente indaga horóscopos y le hace cacería a los adivinos. De tal forma que eso de las señales se encuentra entre las necesidades que están a flor de piel ¿Hay algún problema en todo esto? ¿qué tan acertado es esa conducta para enfrentar la vida?

En realidad esta manera ciega de buscar señales puede tener otro fondo, tan sutil como tirarse de un trampolín con los ojos cerrados: tiene como objetivo aventurarse para ver que pasa al final. Es la renuncia a la propia obligación de tomar decisiones. Una irresponsable irresponsabilidad, ya que ni siquiera se asume concientemente ese estilo de vida. Que la vida lleve, arrastre por donde quiere, como la crecida de una quebrada que se lleva por delante lo que sea, en una alocada carrera hacia el mar.

Pero contrariamente a esta posición, otros no creen en las señales. Puede que tengan una imagen providencialista de la vida, en la que también me lanzo a lo ciego porque al final Dios se las va a ingeniar. Así que las consecuencias prácticas entre el grupo anterior y este son similares.

Y otros solo creen en sus ideales y propósitos. En los proyectos que tejen sus pensamientos. Son personas que pueden clasificarse de voluntaristas: todo se consigue a fuerza de voluntad. Como quien tiene un plano o una maqueta que solo debe ejecutarse. Se imaginan la vida de determinada forma, la organización de un evento social, el rendimiento escolar de los hijos, los problemas de la adolescencia… Y cuando las cosas no coinciden, la expresión que usan es “esto no puede estar pasándome a mí”.

Y las señales son importantes en la vida. Como los avisos de tránsito. No las señales colgadas en las estrellas sino las señales mezcladas con la vida y los acontecimientos. Lo que yo pienso, lo que yo creo y lo que yo siento no son reales y verdaderos solo porque estén almacenados en mi cerebro. Sería confundir la objetividad con la soberbia. Yo tengo la razón y todos los demás están equivocados es una peligrosa presunción.

Y es que el mundo de las estadísticas es profundamente cruel y real. Válido para los fracasos empresariales, los divorcios, accidentes de tránsito, deserción escolar, drogadicción, embarazo precoz...

En cualquier empresa o propósito que nos fijemos en la vida, además de evaluar la propia capacidad para ejecutarlo, conviene constantemente alimentar nuestro cerebro con los datos que vayan apareciendo. Tener la capacidad de modificarlo según lo que vaya apareciendo. No por renuncia a los ideales o valores. No para quedar sumidos en una vida color gris. Exactamente porque la vida es como un paso entre montañas: corregir constantemente el rumbo no es renuncia a la cima sino escogencia del mejor camino. Un escalador sabe que remontar el glaciar de una montaña es distinto si se hace en invierno o verano, si hay viento y lluvia que si no lo hay. El camino y las técnicas varían. Se escoge una cara u otra de la montaña.

Lo que se llama el mapa cerebral debe ser constantemente actualizado, para tomar decisiones más convenientes, pero no de manera impulsiva o caprichosa.

A medida que voy recorriendo el camino de la vida y encontrándome con diversas situaciones, aparecen “señales” que pueden orientarme sobre maneras de actuar o involucrarme en una situación. Dichas señales pueden hacerme pensar en la posibilidad de modificar un proyecto de vida, o de posponerlo para un mejor momento. O simplemente tener la claridad que debo desecharlo.

Ejemplo de esto es un proyecto tan personal como el del matrimonio: se tiene a la pareja ideal físicamente para ser eternamente novios o novias, pero en la relación prevalecen los conflictos diarios: eso es señal que esa elección es errada. Se puede tener al compañero ideal de fiestas y viajes, excelente amigo, pero con quien no se pueda montar un negocio, porque es desordenado, no tiene visión, asume riesgos innecesarios, no mantendría un buen nivel de autoridad sobre los empleados: esa son señales para no arriesgarse.

Pero así como existen en las carreteras señales de advertencia y precaución, hay también señales de información, no de detención. Una persona puede tener la duda de emprender un negocio que aspiraba desde hace tiempo, pero se le abren las posibilidades de crédito, hay personas serias que manifiestan su intención de formar parte de su cartera de clientes, se puede conseguir un local que ofrece el punto y las condiciones requeridas, la familia está apoyando… las señales son obvias. Alguien inicia sus estudios universitarios con serias dudas sobre si es lo que está esperando y si rendirá lo suficiente; luego del primero o segundo semestre confirma ambas cosas… las señales indican que no es descabellado seguir.

Recuerdo el caso de un paciente que dijo: “se que estoy en el lugar correcto”. “¿por qué?” le dije. “Porque estoy escuchando las cosas que no quiero escuchar, pero que necesito escuchar”, me respondió. Claramente este paciente había descifrado la señal.
Las señales no son iluminaciones que vienen del más allá, confundibles con nuestros impulsos viscerales. Las señales están en la vida misma y nos las podemos apropiar con el uso adecuado de los cinco sentidos y el sentido común: lo que veo, lo que creo que estoy viendo y, verificando, si lo que veo es lo correcto.

Crecer como persona implica muchas veces toma de decisiones, y dichas decisiones pueden ser las acertadas si hemos aprendido a descifrar y acatar las señales que nos da la vida. Para otros, su crecimiento estará estancado debido:  a la pobreza en el descifre de las señales o ignorando las mismas; lo que conllevaría a toma de decisiones equivocadas que podrían ir en detrimento de nuestro crecimiento personal.

En algunas oportunidades habrá que descifrar señales a nivel personal o individual, en otras, como familia, en equipos de trabajo, y como sociedad misma.

Mi vida no está plasmada en constelaciones estelares ni en el conocimiento de una adivina ni en los elementos del agua, fuego y tierra.

Mi vida se basa en mi libertad para escoger y tomar decisiones.

Estar atenta a las señales de la carretera de mi vida, podrá conducirme a lo que necesito y quiero ser.

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