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jueves, 13 de septiembre de 2012

RECUERDOS




Nosotros, los humanos, buscamos distintas maneras de lidiar con nuestra vida, especialmente en lo que se refiere a lo cotidiano.

Sin embargo, cuando nos toca lidiar con nuestro mundo interior, con nuestra psiquis, nuestro mundo afectivo y social, pareciera que abriéramos un manuscrito donde esperamos que estuviesen escritas todas la fórmulas mágicas para ser feliz.

Alguna de estas fórmulas serían: la buena vibra, mente positiva, activar los chacras, meditación trascendental… y así una lista innumerable de fórmulas mágicas.

Con esto no quiero ni busco criticar maneras de pensar o filosofías de vida de otros. Solo pienso que, de esta manera, nuestra vida interior, nuestra psiquis y nuestro universo afectivo no se puede enfrentar sin la necesaria precisión.

Creo que se necesitan de recursos que tengan más arraigo en nuestra vida interna, que formen parte de nuestro mundo, que podamos utilizarlas para lidiar con nuestra vida diaria y crecimiento personal. Para mí uno de estos recursos son los recuerdos.

Lamentablemente en nuestra cultura utilizamos los recuerdos de manera negativa. Los utilizamos para recordar lo que hemos sufrido, cuanto nos han herido, las injusticias que han cometido en contra nuestra, las veces que nos han rechazado… y así un sinfín de recuerdos que vamos almacenando y utilizando en detrimento nuestro. Tanto que utilizamos esos recuerdos como excusas para no asumir la vida misma y así no responsabilizarnos de ser personas y de crecer.

Esto lo veo con mucha frecuencia en mi consultorio. Claro está que se encuentran aquellos casos en que se ve de buenas a primeras un trastorno o una psicopatología. Estas son personas que, aunque avancen en la edad cronológica, pareciera que carecen de cualquier madurez que impida reciclar todos esos recuerdos y utilizarlos de manera positiva, o, en muchos casos, simplemente dejarlos ir.

Sin embargo, para mí los recuerdos son mis aliados. Son todos aquellos momentos hermosos, importantes, reconfortantes que me hacen sentir y pensar lo hermosa que puede ser la vida.

Es imposible que exista un ser humano que no tenga algún recuerdo positivo que pueda acariciar su mente y su corazón. Algún gesto amable de alguien, alguna sonrisa, alguna mano que se te haya tendido en el momento indicado, un gesto de ternura y otros tantos recuerdos hermosos que preferimos esconderlos ante la amenaza “de que podamos crecer como personas y ser felices”.

Como ya lo he dicho en muchas circunstancias y ocasiones, mi vida ha estado marcada por distintas circunstancias, pero son aquellos recuerdos hermosos de mi infancia, adolescencia y temprana juventud, los que me permiten seguir sonriendo, seguir esperando y seguir confiando.

Hay recuerdos en mi vida tan hermosos que todavía hoy me hacen reír. Travesuras de niña, muchas de ellas en confabulación con mi hermano mayor o con mis primos. Tener en mi mente fresco el recuerdo de cuando decidí ser psicólogo clínico. Solo tenía 4 años de edad. Y, sin embargo, tenía la claridad de lo que significaba esa mi vocación.

Recuerdo cuando comencé a bailar ballet y solo tenía 5 años. Mi tío vivía cruzando la calle y tenía muchísimas responsabilidades, pues había sido asignado para ser el gobernador de la entidad. Él tenía la particularidad de acercarse todos los días a la casa para ver a sus sobrinos. Y yo entonces le decía a mamá: “dile a mi tío que no se vaya todavía, porque me voy a poner mi traje de bailarina y voy a bailar en media de la sala”. Pero lo hermoso de este recuerdo ha sido que mi tío era incapaz de moverse de su silla hasta que yo no terminase de bailar mi última lección de ballet, aún cuando sus obligaciones fuesen apremiantes. Luego que terminase me aplaudía, me besaba y me decía: “muy lindo, muy lindo”.

Quizás para cualquier persona esto pudiese ser un simple recuerdo. Para mí es mucho más que esto. Primero, me recuerda la perseverancia continua que ya entonces poseía para permanecer en el ballet. Segundo, el amor cómplice de mamá que me ayudaba a vestirme cada día para bailar. Y, por último, el inmenso amor y paciencia que mi tío me prodigaba y que me animaba a seguir adelante.

Como verán, un recuerdo puede ser muy poderoso. Más de lo que podemos imaginar. No tienen que ser cosas tan grandes e importantes, sino esas pequeñas cosas sencillas de tu vida que poseen una enseñanza para ti y que te recuerdan momento a momento que la vida continua y que tienes la obligación de enfrentarla con madurez, con amor, con fe y con esperanza.

Así que la próxima vez que te sientas invadido por la tristeza o que quieras seguir cargando contigo el equipaje de tu pasado ¡detente! Respira. Deshazte de ellos si no te han dejado ninguna experiencia de crecimiento y llena la valija de tu corazón de todos aquellos recuerdos que te pudieran permitir crecer y ser feliz.

viernes, 29 de julio de 2011

GENERACIÓN DE RELEVO

Recientemente mi hija Angélica entregó en la facultad de psicología su trabajo de grado. El tema “La Inteligencia Emocional en adolescentes con conductas delictivas que se encuentran privados de libertad”.

Por lo cual, he decidido ceder el espacio del artículo de ésta semana a ella, queriendo que trasmita a ustedes sólo la primera parte de su trabajo: Inteligencia emocional.

“Quiero que mi razón y mi corazón sean uno”.
Ana J. Cesarino



INTELIGENCIA EMOCIONAL



Durante mis años de estudio, en la facultad de psicología, me percaté de la importancia de la Inteligencia Emocional. Me di cuenta que gran parte de los éxitos y fracasos de los que me rodeaban dependían mucho del uso de éste tipo de inteligencia.

Durante mucho tiempo fui madurando la idea de hacer un trabajo de investigación en ésta área. Me di cuenta  que ésta investigación podría traer un gran beneficio  a muchos.

Podía cambiar vidas.

Evidentemente sabía que la labor sería ardua, pero más allá de una calificación o incluso de una mención de trabajo de grado, también estaba el constante deseo de escoger un tema que permitiera dejar aportes precisos y ajustados a la realidad social que se vive dentro de la pantalla de la psicología.

En mi intento de concientizar a la gente de la posibilidad de vivir mejor y cambiar sus estilos de vida a través de la inteligencia emocional, encontraba frecuentemente a profesores y profesionales que me preguntaban constantemente: pero cuál es el sentido de ésta tesis? mi respuesta era simple y  sencilla: porque un verdadero psicólogo debe estar conciente de que su trabajo es formar, concientizar, educar a todos aquellos que acuden a nosotros para hacer verdaderos cambios de vida.

 Como diría mi mamá: Lograr la meta de ser plenamente humano.

 Desde ese momento tuve mayor apoyo de parte de mi casa de estudios, de mi facultad e incluso de mi tutora. Queriendo entonces aprovechar las oportunidades que se me estaban presentando decidí embarcarme en la fascinante aventura del mundo de la inteligencia emocional.

Una vez que inicié los procesos lógicos de toda tesis, tales como la observación e investigación exhaustiva, la aplicación de un instrumento, la recopilación de los resultados arrojados por el instrumento y el análisis de cada cuadro y  cada gráfica porcentual, me dije: Realmente has elegido el tema correcto! porque más allá del agrado por la temática y de sentir que podía dominar profesionalmente la misma, surgió en mi la satisfacción de saber que estaría realmente aportando soluciones y alternativas para todos aquellos que constantemente buscan respuestas en su diario vivir.



Pero qué es Inteligencia Emocional?

Inteligencia emocional es saber  enfrentar  las situaciones netamente emocionales con cierto carácter racional, de manera que exista un equilibrio entre la razón y la emoción para que podamos enfrentar situaciones con mayor fluidez.

Quizás algunos de ustedes se preguntaran qué tan cautivadora es esa Inteligencia Emocional que puede llegar al punto de cambiar vidas. Intentaré de la manera más sencilla explicar los fundamentos de éste tipo de inteligencia.

Existen dos grandes pilares en la inteligencia emocional, uno es la habilidad intrapersonal y otro la habilidad interpersonal. La primera consiste en la capacidad de introspección que posee la persona, o sea, mirarse, descubrirse, explorarse, el caer en cuenta de lo que ocurre en su mundo interior.

La segunda, se refiere a la capacidad que tiene la persona para enlazar su mundo interior con el mundo exterior, me refiero específicamente a la capacidad de dejar que mi mundo interior trascienda más allá de mi persona para encontrarme con el otro. Para lograr esto se necesitan ciertas actitudes que con seguridad algunos de ustedes podrán reconocer en artículos anteriores escritos en este blog.

 Quisiera recordar  tales actitudes o maneras de comportarse.

Comunicación. No es otra cosa que la capacidad que posee la persona para transmitir información y recibir información, en otras palabras, es un intercambio recíproco.

Flexibilidad. Es la capacidad opuesta a la rigidez, es aquella que se caracteriza por la habilidad para negociar, para encontrar un punto medio entre lo que yo soy y es el otro. Es poder beneficiarme de la riqueza del mundo del otro y de la riqueza de mi mundo interior.

Adaptabilidad. Capacidad de utilizar la flexibilidad antes mencionada,  poder adaptarse ante determinadas situaciones, aún cuando éstas sean de desagrado para uno,  permitiendo asumir favorablemente  cambios y situaciones nuevas.

Tolerancia. Ser transigente, es decir, poder ceder ante el otro e incluso ante mi misma en circunstancias que puedan traer beneficio a la vida emocional.

Optimismo. Es el grado de entusiasmo que posee una persona ante la vida. Es una manera de ser, no un estado mental o circunstancial.

Felicidad. Es la capacidad para disfrutar las situaciones positivas de la vida e integrar de manera sana en nuestra vida aquellos que quizás  no sean tan satisfactorios.

Estrés. Grado de preocupación parcial o temporal ante las circunstancias que son para nosotros amenazantes, sean percibidas de manera real o irreal en el día a día.

Ahora ustedes se preguntarán, qué necesito para desarrollar éstas habilidades? Qué nos conlleva a ser persona en un amplio sentido de la palabra?.

 La respuesta es sencilla, no son cosas desconocidas para nosotros, son cosas que con frecuencia hemos vivido, escuchado de otros, ya sea en este blog, sea en talleres de crecimiento, sea por conversaciones cercanas con personas que nos aman o en procesos psicoterapéuticos.

Necesitamos  del autoconocimiento, saber quienes somos, cómo somos, qué nos gusta, qué nos disgusta, cómo respondemos a situaciones, cómo respondemos emocionalmente, cuales son nuestros estados de ánimo y cuál es nuestra estructura de personalidad.

Crear en nosotros la capacidad y el deseo de resolver conflictos de manera sana, correcta y efectiva. Controlar emociones desagradables en situaciones adversas de forma sana y madura,  especialmente cuando surgen la ira y  la tristeza. Esto se conoce por autorregulación, o como comúnmente nos dicen aquellos que nos rodean en un léxico más sencillo y accesible, autocontrol.

Obviamente necesitamos motivación, para crecer y ser persona, para tener interés e iniciativa para ejercer planes, proyectos, llevar a cabo ideas, concluir metas y hacerlo de manera entusiasta, aún cuando se nos presenten adversidades.  

Pero qué otra cosa necesito? Empatía, que no es otra cosa que la capacidad de colocarse en el lugar del otro, no sólo para comprenderlo, sino para desde esa empatía poder brindar apoyo, e incluso aportar soluciones.

 Y por último, pero no menos importante, crear habilidades sociales, que nos permitan establecer vínculos afectivos, relacionarnos interpersonalmente de forma sana y efectiva,  comunicarnos, ser flexibles, saber negociar y adaptarnos a  las diversas situaciones a lo largo de la vida que nos permitan crecer y ayudar a otros a crecer.

Sabemos que la Inteligencia Emocional existe, sabemos que podemos informarnos sobre ella, sabemos que podemos aprender de ella,  sabemos que podemos aprender a desarrollarla, sabemos que podemos ser emocionalmente inteligentes y sabemos que cada uno de nosotros puede desarrollar su plenitud humana y tomar opciones de vida.

A final de cuentas, soy yo y solo yo la que puedo desear ser diferente, crecer y cambiar.

Ha sido un placer para mi, compartir con ustedes éste humilde artículo que más allá de la explicación de la realización de un trabajo de grado personal, busca trasmitir desde mi experiencia de vida, desde lo que soy, desde lo que deseo ser y todavía con un largo camino por recorrer, pero con la conciencia clara de que podemos cambiar, que podemos ser plenos, pero por sobre todas las cosas que existen mas de mil razones para querer crecer.

Se dice con frecuencia que la distancia más larga que existe en el mundo es entre la razón y el corazón.
Creo firmemente que podemos, si así lo deseamos, acortar esa distancia.

Ser razón y ser corazón.

Angélica Maldonado Cesarino.