viernes, 21 de enero de 2011

…Y ASUMO RESPONSABLEMENTE MI PROPIA VIDA…


Las explicaciones de lo que somos generalmente llueven de manera torrencial. Y esas explicaciones sobre el presente ¡que sorpresa! se encuentran en el pasado. En el baúl del pasado. O en los baúles… Ahí está todo bien comprimido, doblado y guardado. Pero listo para rebuscar y ser usado. En cantidad asombrosa, con formas variadas y colores surtidos, todo listo para no vivir el presente. En caso de emergencia, a este se acude: “yo soy así porque no me quisieron en mi infancia”, “en mi colegio todos se burlaban de mí”. No es que sea necesariamente mentira o exageraciones. Hasta puede servir para ciertos temas de conversación. Pero un pasado que no haya pasado, más que pasado es un presente avejentado, con olor a guardado. Un presente intrascendente que no cambia nada. Que puede servir para la compasión. O mejor dicho, para la autocompasión. O el auto-castigo. Nos encanta revolver en el pasado para buscar explicaciones que al final no llevan a ningún lado. Como si regresáramos tan solo para ser espectadores de las causas y los causantes.
“Yo soy así, por esto”. Y así voy por la vida buscando razones externas que expliquen lo que soy y lo que soy de manera fatalista, sin esperanza de cambio o de progreso. Todo o todos son responsables de lo que soy: mis padres, mis maestros, mis amigos, mi pareja… y hasta Dios mismo. Porque, por supuesto, es más cómodo decir que soy una pobre criatura antes que asumir responsablemente mi vida. ¿Que ha habido momentos dolorosos en mi vida en los que otros me han afectado? ¡Claro! Todos los hemos tenido. Pero en mí yace la responsabilidad de no utilizar el acontecimiento o las personas involucradas para evitar crecer. Y también yace en mí la voluntad de utilizar la experiencia, por muy difícil o dolorosa que haya sido, para crecer, para ser persona, para asumir mi vida, para ser lo que deseo ser.
No puedo ni debo buscar excusas. Existe mi voluntad y mi raciocinio y, para aquel que crea en la vida espiritual, un Ser Supremo que, sin excluir lo anterior, nos impulsa a cambiar.
Obvio que en la mayoría de los casos hay que mirar el pasado para poder despacharlo del presente. Pero para esto hace falta: 1) aceptar el pasado como pasado, que fue pero ya no es, así que es inmodificable aunque estuvo antes pero ya no esté; 2) aceptar que el pasado es mío y sólo mío, de ningún otro, independientemente de todos los intríngulis que hayan podido ocurrir en aquel entonces. Cuando estas dos cosas no puedan hacerse, hay que echar mano de una ayuda competente.
Quizás he vivido desligada de una parte de mí misma, por lo que me la debo apropiar, de mi historia, de los hechos, de los acontecimientos, de las resoluciones acertadas o no, de las emociones que acompañaron el momento y que quizás siguen estando amnésicas sobre la razón que las trajo de tan lejos hasta estos momentos… y asumo responsablemente lo que voy a hacer en el presente con este presente concreto.
Porque el presente no es la hora que da el reloj en este instante. Es la asombrosa novedad con que nos alcanza la vida, las nuevas oportunidades de enfrentar viejos desafíos en los que quizás fallamos, aunque sea en versiones actualizadas; o cuestiones inéditas que retan a la creatividad y a la humildad, entre lo que puedo hacer sola y lo que puedo hacer con el apoyo de otra persona. La honestidad para saber reconocer cómo, cuándo, con quién y de qué forma resolver una situación o aprovechar una oportunidad.
Vivir en el pasado es una forma sutil de evadir y boicotear el presente, y no necesariamente porque el presente sea amenazante. Esto es lo más grave. Que momentos maravillosos, en los que podemos sentirnos plenos, que hemos resuelto algo con éxito, conocernos más, disfrutar… los dejamos pasar. No nos damos la oportunidad de disfrutarlos. Nosotros y sólo nosotros somos quienes nos los boicoteamos. No las sombras del pasado. Y así vamos por la vida escondiéndonos en las sombras para no ver las luces, luces que al final pueden alimentarnos, enriquecernos, fortalecernos. Luces que disipan las sombras para poder ver la plenitud de lo que podemos, si quisiéramos, llegar a ser.
Y es entonces el momento en que debo preguntarme, cuando me encuentro ante tal realidad: ¿De qué me escondo? ¿De qué huyo? ¿Qué miedo infantil o inmaduro me mantiene esclavizada? Y surge de nuevo la respuesta: del pasado, de los acontecimientos y situaciones que no quiero dejar ir. Porque he estado anclada en ellos gran parte de mi vida, dejarlos ir significaría quedarme en la nada, desnuda. Pero ¿no es eso lo que debo hacer? ¿No tener amarras ni anclajes? Si, es la desnudez de aquel que se prepara para descubrir y recibir la plenitud de la vida. Debo soltar las amarras. Debo ser libre. Debo aceptar con responsabilidad el reto de la vida misma. Quiero ser lo que soy por opción, por libertad. No ser lo que soy por esclavitud. Asomarme a la vida con la inocencia de un corazón de niño. Sin resistencia, sin resquemores, sin condicionamientos. Sólo con el deseo de dejarme moldear por aquello que me haga plena.  Descubriendo que hubo mucha luz también en mi pasado. Y que esa es la luz que yo quiero hacer crecer en mí. Dejarme tocar por ella. Esa luz que también proviene de aquellos que me amaron y que, aún hoy, me siguen amando.
Esto es lo que soy. Lo que soy desde mi presente. Quiero y debo seguir responsabilizándome por mi vida. No hay destinos. No hay un camino predeterminado.  No hay salidas rápidas ni travesías cortas. Solo el camino que debo y tengo que recorrer. Sin armaduras. Sin equipaje. Solo, únicamente solo con mi disposición de ser lo que quiero ser. Recorriendo mi camino, construyendo mi presente, siendo dueña del mismo. Apropiándomelo para ser responsable de el.
Ser lo que quiero, ser lo que deseo ser…
No me conformo con menos.
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7 comentarios:

  1. Me encanta éste tercer artículo. Me hace recordar que somos presos de nuestra propia cárcel, donde nosotros mismos somos nuestros grandes castigadores y represores. Donde nos privamos rotundamente de ser libres y felices, con excusas absurdas de dolencias pasadas o angustias futuras, pero sin mirar el presente, lo que éste me regala y de lo que él obtengo o puedo obtener, es como un auto saboteo, donde me quedo estacionada permanentemente con fines ilógicos que sólo conllevan al deterioro de la plenitud humana. Es tiempo de ser dueña de mi vida,es tiempo de liberarme de mí misma, pues me pregunto, de qué tanto me he perdido? Gracias por éste artículo.

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  2. Excelente Dra. Cesarino... Leyendo éste artículo he podido recordar algunas situaciones que en algún momento de mi vida me han hecho sentir lo que usted describe; también ésto relata, tal cual, una experiencia vivida hace un par de meses y es cuando creo que pienso en cosas correctas... ¿Por que justificarnos, escondernos en cosas que ya estan en el pasado?, dejamos de vivir cosas maravillosas y más allá, sufrimos por ello...

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  3. Es exelente este articulo. Me gusto mucho... El pasado es algo que siempre debemos tomar en cuenta, pero nunca vernos atrapados o oprimidos por el

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  4. Mis felicitaciones por tan estupenda herramienta! Cuanto deseaba ya disfrutarla pero aveces el tiempo no es generoso con nosotros mismos... Destaco de tus artículos la facilidad que podemos identificarnos e identificar hechos propios y prestados de otras experiencias. Una idea que me recorría a lo largo de la lectura es el de no poner trabas al éxito que anhela tu vida. Muchas veces nos quedamos en hechos pasados y puntuales, enfermándonos con aquello ya no existente cuando no nos damos cuenta que el horizonte aún es mayor y el camino inagotable. Emprender y pro-yectarse es ante todo una decisión propia y no circunstancial. Gracias por hacernoslo recordar. Besos de parte de Nieves y Santiago, y míos claro está!

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  5. Demasiado bueno este articulo. Que importante es darnos cuenta de esto y hacerlo consiente, constantemente caemos en supergeneralizaciones del pasado y utilizamos el pasado como poderosa excusa para evitar el cambio en el presente y entramos en ciclos de perturbaciones emocionales y hasta patológicos, boicoteándonos constantemente nuestro presente y olvidando que el presente es el pasado del mañana. Pero me ronda algo en mente ¿Qué pasa cuando racionalmente hablado lo comprendo pero emocionalmente nos encontramos atados o escasos de voluntad (no sé si sería la palabra correcta) para seguir adelante? Gracias por hacernos reflexionar una vez más.

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  6. Querido Juan Daniel: Gracias por tu comentario. Me alegra que el blog sirva para mirarte. Haces una pregunta interesante: ¿Qué pasa cuando racionalmente comprendes lo que te mantiene atado pero aún así existen situaciones o escasez de voluntad para seguir adelante? En la mayoría de los casos, como profesional de la Psicología, descubro que esto sucede con mucha frecuencia, lo que me da pauta para pensar, como también lo dije en el artículo, que se debe recurrir a una ayuda profesional. Descubrir el porqué no puedo arrancar va más allá, a veces, de nuestra propia voluntad. A veces implica descubrir también posibles razones biológicas u orgánicas.Lo importante es saber aceptar con humildad la ayuda profesional, sabiendo cuándo, cómo y con quién. Asumir la vida misma implica asumir lo que somos, asumir nuestras limitaciones, pero con la esperanza y la certeza clara de que otros pueden complementarnos para lograr ser lo que queremos ser. Dios te bendiga.

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  7. Gracias… muy cierto y necesario tener claro de que otros pueden complementarnos

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